I — If only I could turn back time

El clima en Londres era predecible. Casi siempre llovía, hacía viento, estaba nublado, en invierno nevaba, en primavera el sol quemaba más de lo que calentaba. Aquella era una tarde típica de principios de primavera, el calor apenas empezaba a sentirse y la noche anterior había llovido tanto que los charcos de agua todavía no se secaban. El aire se sentía fresco pese a la cantidad de personas y contaminación en Londres, en el aire se respiraba el olor a pino por alguna razón.

Era el escenario perfecto para un reencuentro como el que acababa de ocurrir.

Arthur acababa de salir de trabajar. Llevaba su gabardina en una mano, su maletín de trabajo en otra, y estaba tan sorprendido que estuvo a punto de dejarlas caer al suelo cuando una ráfaga de viento agitó su cabello. Sin embargo, nada de eso importaba. Arthur prácticamente no daba crédito a lo que sus ojos veían, a la persona a quien sus ojos veían. Después de tanto tiempo, después de tantos años... y seguía luciendo simplemente radiante. No podía encontrar palabras para describirlo, pero no le cabía duda de que se trataba de él.

— Kiku... —

Su voz escapó de sus labios, plasmada con todo el tono de sorpresa, incredulidad, emoción y felicidad creciente en su interior.

Londres era tan complicado como siempre, Kiku se lamentaba nuevamente por haber abandonado su tierra para volver a la ciudad inglesa que le traía tantos recuerdos a la cabeza. Recuerdos de una época en la que decidió dejarlo todo con tal de conseguir su libertad.

Dejó a la persona que amaba atrás.

Y no se arrepentía, de verdad que no se arrepentía. Sabía que fue cruel al dejar a Arthur, lo sabía, pero había sido una decisión que resultó para mejor. Era joven, temía de la situación, ¿cómo no hacerlo? Enamorarse era aterrador. Sobre todo para un chico de apenas dieciocho años.

Pero las cosas habían cambiado, había crecido, madurado. Pero sabía que la cobardía seguía ahí, que si se encontraba con Arthur nuevamente huiría. Ellos eran tan diferentes. Kiku no podía hacer otra cosa. Aunque todos pudiesen detestarlo por ello. Así eran las cosas.

Pero mientras pensaba eso se dio cuenta de que alguien decía su nombre y apenas vio quien era, Kiku quiso que la tierra lo tragase.

— A-arthur-san...

Murmuró, nervioso.

Venga ya, ¿justo él?

La felicidad colmaba a Arthur de pies a cabeza. Poco importaba ya si tenía que llegar a casa, si estaba cansado, si dentro de poco haría frío. Lo único que le importaba era asegurarse de que no fuese una alucinación lo que estaba sufriendo, de que no se hubiese equivocado de persona, aunque aquella simple idea fuese ridícula considerando cuánto tiempo amó e idolatró a esa persona. Y entonces su hermosa voz le llamó por su nombre, confirmando sus sospechas si es que alguna vez las tuvo, haciéndole evocar los más preciosos recuerdos de su juventud. Arthur sonrió con inocencia y se acercó la distancia que restaba entre ambos mientras pensaba por dónde debía empezar. Sólo Dios sabía que le había extrañado a morir, que se había desvelado noches enteras cuestionándose qué había hecho mal para que Kiku se fuera, qué podía hacer para que volviera y cuándo volvería a verle. Los 10 años que habían pasado ya se le antojaban unos días, unas cuantas horas sin verle. La felicidad lo invadía y hacía que se olvidara de todo a su alrededor.

— Kiku, sabía que eras tú. ¿Cuando volviste? Ah... ¿Y por qué te fuiste en primer lugar? Bueno, no importa, ¿dónde te estas quedando? ¿Puedo invitarte una taza de té? Oh, cielos, no has cambiado casi nada... —

Estaba tan nervioso que casi hablaba solo, y soltaba algunas risitas nerviosas que delataban su estado. Pero eso no le importaba, incluso no importaba si no le respondía. Arthur moría de ganas por abrazarle y no sabía ni cómo hacerlo. Era como si dentro de todo lo que se había olvidado, también se hubiese olvidado de cómo mover sus brazos y del maletín que llevaba del trabajo.

Arthur seguía siendo el mismo, realmente no había cambiado nada, ni siquiera su forma de ser había cambiado y eso se le hacía divertido de alguna forma. Claramente, tendría que estar considerando el escapar en ese mismo instante pero al mismo tiempo una parte de él quería quedarse ahí. Junto a Arthur.

Soltó una suave risa con todo lo que Arthur decía, y negó con la cabeza lentamente antes de acercarse unos pasos hasta él y sonreír levemente, como si no quisiese sonreír completamente por contenerse.

— Arthur-san, calma. Una pregunta a la vez...— pidió, con su voz suave de siempre— volví hoy mismo, hace unas horas.

Contestó la primera pregunta con calma, y la segunda hizo que su sonrisa decayese un poco.

— Me fui porque era necesario, Arthur-san, espero que puedas entenderlo.

No iba a dar demasiadas explicaciones ni iba a decirle la verdad, no quería hacerlo aun.

— Y todavía no sé donde quedarme, pero sería genial aceptar una taza de té con Arthur-san. Como en los viejos tiempos.

Los viejos tiempos,se repitió, esos que no volverán.