1 — I'm falling in love with you

Estaba oscuro. Tan oscuro que apenas si podía ver su propia mano frente a el. Hacia frio, el ambiente se sentía denso y una creciente preocupación se había instalado en su pecho. Comenzó a caminar pero no llegaba a ningún sitio... De pronto sintio una presión en el estomago y empezó a faltarle el aire. La desesperación se apodero de el, sus pulmones exigían con un dolor terrible el oxigeno que le faltaba y empezó a gritar por ayuda sin que la voz le saliera.

Entonces despertó y vio esa figura familiar justo sobre su abdomen. Kiku Honda. La rabia fue lo siguiente que paso por su cabeza y en un impulso de enfado, tomo lo primero que quedo a su alcance (el despertador) y se lo aventó al ninja con todas sus fuerzas por estar asfixiandolo con su peso. No sabia que el japonés pesara tanto o tal vez fue una técnica ninja para ponerlo a prueba o algo por el estilo. El caso fue que se sonrojo cuando le llegó de golpe el pensamiento de que en otras circunstancias le habría encantado tenerlo sobre si...

— TE HE DICHO QUE NO ENTRES AQUI! —

Fue lo que grito para disimular su fantasía.

Kiku había sido entrenado como ninja por dos razones: respeto a sus raíces y porque el ser ninja era considerado un don entre su familia. No cualquiera podía ser un ninja, menos hacerse un experto. Pero Kiku lo había conseguido.

En unos pocos años había dominado todas las artes necesarias para hacerse un ninja, entrenó con los mejores que pudieron ponerle enfrente, sencillamente logró mucho más de lo que alguna vez esperaron de él y por eso es que la familia Kirkland le contrató.

Cuidar a Arthur Kirkland no era difícil, el hombre no hacía muchas cosas interesantes, pero realmente Kiku tenía difícil lograr cuidarlo por una razón entre todas las demás. Que el hombre le atraía y era imposible. Él seguía creyendo que debía casarse con una mujer de grandes senos que satisficiese sus necesidades y él quedaría a su lado por siempre. Pero la sola idea le destrozaba por dentro.

Esa mañana entró a la habitación de Arthur-sama para despertarlo, sentándose en sus caderas y llamándole hasta que intentó lanzarle el despertador y Kiku se arrimó al techo.

— Arthur-sama, no debería estar lanzando de esa forma los objetos de su habitación.

Arthur, todavía sonrojado, buscó con la mirada al ninja cuando éste desapareció de su campo de visión, encontrándolo esta vez en el techo. ¿Cómo demonios hacía para pegarse al techo? Era como una mosca o una araña o algo por el estilo.

El inglés suspiró con cierto cansancio aun cuando se acababa de levantar y gruñó hacia su guardaespaldas mientras se ponía de pie y empezaba a desperezarse.

— Y tú no deberías estar metiéndote en mi habitación y sentándote sobre mí en primer lugar. ¿Que rayos les enseñan en la escuela de ninjas, por Dios? —

Arthur estaba a punto de empezar a desvestirse para meterse a bañar y con eso comenzar su día escolar, pero entonces se quedó mirando a su guardaespaldas con una expresión avergonzada y ciertamente molesta.

— ¿Y bien? Quiero desvestirme y no puedo hacerlo si estás mirándome. Ve a cazar ranas o algo por el estilo. —

En el fondo Arthur sabía que no debería darle vergüenza desnudarse frente a otro hombre, pero sucedía que ese otro hombre era Kiku Honda y algo le impedía tener cualquier tipo de contacto o acto mínimamente cercano con el ninja. Al menos había sido así desde hacía un tiempo, aún cuando Arthur no podía decir exactamente cuanto.

— Lo siento, Arthur-san. Pero usted no se despertaba.

Se defendió enseguida ante lo que le dijo sobre no meterse a su habitación, ¡no era su culpa que él no se despertase! Le había llamado varias veces desde afuera, luego a una distancia prudente y al final no le quedó más opción que despertarlo desde cerca. Claro que tema aparte era si había disfrutado despertándolo así, siempre era divertido.

Ante lo siguiente que dijo, Honda sonrió alegremente, hasta burlón de cierta forma.

— Nada se lo impide, Arthur-san. Pero entiendo que tenga vergüenza y por eso lo dejaré, ¡iré a preparar su almuerzo!

Y en menos de un segundo ya había desaparecido de nuevo, terminando en la cocina donde se dispuso a preparar el bento de su protegido.