— Eh? Ah, Sou 01

Ahí estaban ellos dos, Yoh junto a uno de sus mejores amigos, Lyserg, solos, en medio del salón de clases cuando ya no había estudiantes ni profesores cerca. Ellos dos solos y nadie más. Yoh se quejó un poco.

La ventana estaba abierta y las cortinas se mecían suavemente con el viento que escasamente llegaba a entrar en el salón, pero aún así, la temperatura dentro era demasiado alta para Yoh, casi insoportable. ¿Cómo podía Lyserg soportar esa temperatura, con el tipo de actividad que realizaban, y lucir tan bien a pesar del fino sudor que Yoh podía ver en su frente?

Yoh hizo un último esfuerzo por aguantar hasta el final, pero el calor y la frustración le superaron por mucho apenas unos segundos después. Muerto de cansancio y agotado por el calor, se desplomó sobre la mesa, abanicándose con una mano y sacando la lengua.

— Lyserg... quiero irme a casa... —

Yoh hizo un puchero, ligeramente sonrojado, pretendiendo quejarse aunque conocía perfectamente la respuesta del chico peliverde que tenía por compañero.

— Mh... pero es que no puedo irme si Hao no ha salido de su club. Tenemos que volver juntos a casa y eso... —

Yoh también conocía perfectamente la respuesta del chico ante esas quejas. Pero no es que él hubiese querido ser delegado de clase junto a Lyserg, todo fue culpa de Hao. Los del grupo lo habían postulado a él en primer lugar, pero ya que Hao estaba inscrito en al menos 3 clubes, no iba a poder ser delegado de clase junto al peliverde. Y hacían falta 2 para ese trabajo. Por eso fue que Hao propuso a Yoh y el grupo votó. Yoh se arrepintió de no haber entrado a soccer junto a Horo-Horo cuando el peliazul se lo ofreció.

Pero ya no había nada que pudiera hacer. Cada día, Yoh y Lyserg estaban obligados a quedarse hasta después de clases para llenar la bitácora de clase, organizar los horarios de los encargados de la limpieza del salón, verificar el presupuesto del grupo, estar al pendiente de que todo el grupo tuviera todos los apuntes y trabajos entregados a los profesores, elaborar y entregar reportes de las actividades extracurriculares, desde los festivales hasta las salidas de viaje.

Y tantos reportes, cálculos, horarios, actividades, etc. agotaban sobremanera a Yoh, porque después de todo él estaba acostumbrado a hacer... nada... durante todo el día. Yoh se puso a jugar con su lápiz, golpeándolo rítmicamente contra la mesa y luego se lo colocó entre la boca y la nariz, haciendo muecas y gestos raros para distraer al peliverde.

— ¿No podemos dejar esto para... no sé... mañana, la próxima semana, nunca? —

Y también sabía la respuesta a esa pregunta.

Lyserg no entendía porque su mejor amigo hablaba de esa forma y se quejaba tanto por la actividad que estaban haciendo. Claro, el peliverde siempre había sido mucho más resistente que Yoh y quizás era justamente eso lo que ayudaba a que no estuviese sufriendo de la misma forma que Yoh.

Más preocupado en hacer todo lo que como delegado tenía que hacer aunque cuando escuchó a Yoh a su lado quejándose y diciendo que quería irse respondió como si nada.

— Si quieres irte vete, Yoh-kun. Puedo terminar todo esto yo solo.

De verdad lo podía hacer, sin embargo la respuesta que le dio su amigo le hizo negar con la cabeza y seguir mirando los papeles. Aunque luego de nuevo su amigo le interrumpió y Lyserg suspiró pesadamente aunque se esforzó por sonreír.

El también tenía deseos de irse pronto, simplemente porque quería ir con sus padres a comer y sin embargo ese era su trabajo y no podía simplemente terminarlo mal. No por nada tenía su fama de perfecto, algo que debía seguir manteniendo.

— Yoh-kun, no vamos a dejarlo para mañana, ni para la próxima semana o nunca. Vamos a hacerlo ahora, además si tienes que esperar a tu hermano es mejor estar haciendo algo productivo.

Nada más decir eso, le entregó a Yoh uno de los papeles que estaba revisando.

Yoh hizo otro puchero cuando Lyserg le pasó esa hoja de papel. En realidad no tenía el más mínimo interés en hacer algo "productivo" mientras esperaba a que el vanidoso de su hermano saliera de ese club, pero igualmente recibió la hoja y la contempló por largos minutos sin leerla o prestarle atención. Todos los papeles eran lo mismo. Permisos, horarios, cuentas, papeles y más papeles.

Tras observar la hoja fijamente como el enemigo que representaba para él, Yoh se dejó caer de nuevo en el pupitre, derrotado. Suspirando apesadumbrado, dio una mirada a Lyserg para volver a quejarse, infantilmente como él solo, y en ese instante escuchó una voz proveniente de la puerta.

— ¿Aún no terminas con eso, Yoh? Ja, eres un inútil. —

Yoh levantó la cabeza y miró hacia la puerta, donde su hermano gemelo estaba parado con el uniforme deportivo de la escuela, al menos la playera y el pantalón con los colores del equipo de basket, mientras que su chaqueta descansaba sobre sus hombros.

— ¿Al fin saliste? —

Yoh miró con ilusión a su gemelo, al tiempo que éste avanzaba hacia él.

— No, soy un fantasma. ¡Obvio que ya salí, idiota! —

Hao le dio un golpe en la cabeza a su hermano, que hizo que volviera a azotarse contra el pupitre, aunque después dirigió una mirada un tanto más tímida y ciertamente atenta hacia el peliverde. Sus mejillas se sonrojaron de inmediato y su tono de voz cambió ligeramente por uno más suave, incluso amable.

— A-ah... Lyserg, ¿quieres que te ayude con esos papeles? —

El mayor de los gemelos le dedicó una sonrisa inocente al chico peliverde.

— Si somos dos, seguramente terminaremos más rápido--- —

— ¡Oye! ¡Contigo seríamos 3! ¡Yo estaba aquí primero! —

— ¿Uhm? ¿Qué quieres decir? No veo que tú estés ayudando en nada... —

Yoh se levantó dispuesto a pelear con su gemelo y hermano mayor, pero de pronto volvió a desplomarse en el pupitre. Hacía demasiado calor para él.

— Mh... Olvídalo, estoy agotado... ¿Podemos ir ya a casa? —

Hao iba a responder, pero en su lugar se quedó mirando al chico peliverde, esperando que éste les pidiera ayuda para quedarse o les despidiera para poder irse. A decir verdad, Hao también estaba cansado por el entrenamiento, aunque pasar un tiempo con el chico que le gustaba era una buena recompensa.

Lyserg suspiró cuando se dio cuenta de que pese a todo Yoh seguía sin hacer nada, pensó seriamente en decirle que se fuese únicamente para que no estorbase ahí cuando escuchó la voz de Hao y alzó su mirada para contemplarlo.

No se dio por enterado al ver el sonrojo, de hecho sencillamente pensaba que debía hacer porque se había esforzado mucho y eso le hizo sonreír con la dulzura que acostumbraban a tener sus facciones aunque una risita escapó de sus labios cuando luego de ofrecerse a ayudar se puso a pelear con su hermano.

Sonrió cuando Hao le miró, con toda la dulzura que podía acumular para mostrar en sus sonrisas.

— No, está bien así. Pueden irse, Yoh-kun la verdad está muy cansado y creo que Hao-kun debe estarlo igual. Seguro entrenó mucho, así que vayan tranquilos. Nos veremos mañana en clases.

Lyserg le sonrió alegremente a los gemelos, esperando que le hiciesen caso, la verdad es que ya se había fijado en que Yoh no iba a cooperar nada y no quería forzar a Hao a ayudarlo.

— Cuídense en el camino.

Hao se sonrojó todavía más cuando vio esa sonrisa de Lyserg. Era precisamente por eso que se había enamorado de él en primer lugar, aunque nunca se atrevería a decírselo... o bueno, se lo diría cuando ganara un partido importante de alguno de los clubes a los que se había inscrito. Si hubiese sabido que Lyserg sería delegado de clase y que a él lo postularían para ese puesto, para estar todos los días con él, tal vez se habría pensado una o dos veces más sobre inscribirse a tal cantidad de clubes...

Pero Yoh era completamente ajeno a los sentimientos de su gemelo. A él sólo le importaba un chico en todo el mundo y ese chico tenía ojos dorados, un cabello gracioso, era bajito y actuaba como todo un tsundere, aunque Yoh lo quería igualmente. Así que ni siquiera se molestó en disculparse con Lyserg por tener que dejarlo con todo ese trabajo encima. Yoh empujó a Hao hacia la entrada y se fue despidiendo, mientras que su gemelo mayor estaba tratando de escapar de su agarre, sin éxito porque quisiera demostrarlo o no, el entrenamiento le había dejado prácticamente molido.

— E-espera, Yoh, maldita sea, suéltame... A-ah, Lyserg, l-lo siento, te ayudaré la próxima vez ¿si? —

— Déjalo, Romeo, Lyserg es demasiado bueno para ti... —

Hao se sonrojó completamente con la expresión de Yoh, que en realidad sólo era una broma y no venía en serio, porque como ya habíamos dicho antes, ni siquiera se había percatado de los sentimientos de su gemelo por el peliverde. Yoh se despidió, sonriendo y agitando la mano, antes de cerrar la puerta. Los gritos y las discusiones entre ambos hermanos continuó escuchándose por algunos minutos más, hasta que se alejaron del edificio de la escuela.

Las clases terminaron hacía un rato, la mayoría de los profesores se había ido también. Sólo quedaban unos cuantos en la sala de profesores, y uno de ellos era Faust. Sus enormes ojeras delataban lo poco que dormía y pese a que portaba la bata de laboratorio que se le obligaba a usar por ser el profesor de ciencias, ésta raras veces era realmente blanca. Habitualmente tenía manchas cuya procedencia ponía nerviosos a sus compañeros, aunque Faust se excusara con una sonrisa alegre y demasiado dulce para lo psicópata que podía lucir, que era sangre de los animales que diseccionaban o bien eran manchas de comida.

Tras largos minutos en total silencio, Faust se levantó de su asiento y sonrió a sus compañeros dulcemente.

— Iré por un café, ¿quieren algo? —

La profesora de japonés y los dos profesores que estaban al otro lado de la sala, cada uno en su propio escritorio, negaron con la cabeza al mismo tiempo, lo que le causó todavía más gracia a Faust. Sonrió incluso más y salió de la sala, tarareando en voz baja conforme caminaba hacia la máquina de bebidas que estaba en el corredor principal de la escuela, ese que también llevaba a los salones de las clases.

Faust se hacía a la idea de que ya todos los estudiantes debían haberse marchado a casa, pero su sorpresa fue grande, y por qué no decirlo, grata, cuando, ya con su café en mano, se fijó en que en uno de los salones aún había un estudiante. Y no cualquier estudiante. Era nada menos que el prodigio actual de la escuela, Diethel-kun.

El rubio sonrió de nuevo observando el perfil del chico que se recortaba en la ventana, contra la luz que comenzaba a opacarse del día. Aunque en esta ocasión, su sonrisa no era del todo inocente o dulce, sino que estaba teñida por algo distinto, tenía un matiz casi siniestro.

— Es algo tarde para que estés en la escuela, Diethel-kun. ¿Sucede algo? —

Faust no podía resistirse a entrar en el salón, todavía con su café en mano. Miró al chico con fingida inocencia y se acercó a él conforme hablaba. Diethel-kun... no, Lyserg... él era uno de sus mejores estudiantes, sino el mejor de todos. Sabía la respuesta incluso de las preguntas más complicadas, nunca faltaba a sus clases, nunca fallaba en sus prácticas o sus exámenes. Pero el interés que Faust tenía en el chico provenía de algo mucho más trivial que eso. Tan trivial que incluso a Faust le causaba risa. Le había visto el primer día y había decidido que sería suyo. Y nada. Punto final. Sólo le había gustado y se había estado planteando todos los días cómo haría para acercarse al chico. Hasta que finalmente había llegado su oportunidad, ese mismo día.

Lyserg se despidió alegremente de los gemelos, ofreciéndoles una dulce sonrisa, sin que realmente hubiese entendido el comentario de Yoh ya que él tendía a ser el más inteligente de la escuela pero en temas complicados como el amor era realmente un poco más lento de que se podía considerar normal.

Se quedó solo en el salón mirando todos los papeles que como delegado de la clase tenía que tener perfectamente organizados, apilándolos para verificar que todos tuviesen las correspondientes firmas, sellos o lo que necesitasen antes de empezar a acomodarlos en carpetas tranquilamente. Estaba haciendo justamente cuando escuchó la voz de su profesor de Ciencias y alzó su mirada para observarlo.

Faust VIII siempre le había parecido un profesor excéntrico, por decir poco, sin embargo nunca había tenido problemas con él ni con su forma de ser porque simplemente no era de su incumbencia. Aunque igualmente le parecía inquietante de cierta forma pero tendía a obviarlo por completo.

— Ah, sensei. No sucede nada, estaba organizando los papeles de la clase para tenerlo todo listo para mañana. Asakura-kun estaba ayudándome, pero hace poco se fue.

Faust observó analíticamente al chico de pies a cabeza. No había duda, lo había elegido bien. A Faust le daba lo mismo si era un chico o una chica, pero sabía que no era el único. El pequeño peliverde era popular en la escuela, entre alumnos y profesores por igual, no solo por sus notas y sus excelentes aptitudes para prácticamente lo que fuera, sino también por esa belleza suya.

Sonrió después de unos segundos de observarle y avanzó hasta ponerse justo a su lado, todavía sosteniendo el vaso de café en su mano.

— Ya veo, eres realmente eficiente, Diethel-kun. —

Nuevamente en sus labios se perfiló esa sonrisa que pretendía ser inocente, pero no se movió de su sitio ni un solo centímetro.

— ...Pero ¿no te sientes mal de que Asakura-kun te dejase solo? Puedo hacerte compañía hasta que termines. —

La primer pregunta había sonado quizá demasiado indiferente para las palabras exactas que había empleado. Pero en la segunda frase, se había dejado entrever algo de interés. Pese a que continuaba sonriendo, algo en su presencia o en su forma de hablar intentaba dejarle claro que lo último había sido más un aviso que una petición o sugerencia.

El peliverde miró no sin cierta curiosidad a su profesor cuando le llamó eficiente, aunque eso le hizo sonreír de cualquier forma. La verdad es que haber sido escogido como delegado del curso le hacía muy feliz, por lo que realmente se esforzaba para demostrar que su puesto no había sido otorgado simplemente por ser una cara bonita que era lo que comúnmente podían pensar todos.

Eso era algo que a Lyserg le molestaba, porque realmente el no era un idiota ni nada similar. Él era inteligente, no le daban todo solo por ser una cara bonita y lo demostraba cuando le era posible aunque igualmente ya se había acostumbrado a tener esa reputación que ya había cambiado en muchos pero sabía perfectamente que un comentario malintencionado arruinaría la reputación que tanto trabajo le había costado hacerse.

Cuando su profesor se ofreció a acompañarlo Lyserg le miró nuevamente curioso. No le parecía que tuviese oportunidad de decirle que no, así que únicamente asintió.

— Está bien, sensei, espero no molestarlo con esto.

El peliverde no dijo mucho más, volviendo la mirada a los papeles para acomodarlos en las carpetas volviendo a revisar otros papeles que pertenecían a otras de las carpetas, levantándose para acomodarlas y guardándolas bajo llave que se puso de nuevo al cuello porque tenía a tenerla ahí para no perderla y sonrió a su profesor.

— Ahora ya está. Realmente no me faltaba tanto para terminar, por suerte.

El rubio continuó observando a su pupilo, complacido porque no hubiese ni siquiera intentado echarle. Iban por buen camino hasta ahí. Le vio moverse hacia un lado y hacia otro, acomodar papeles y demás cosas que deberían recordarle que él también tenía trabajo pendiente por hacer, aunque su mente estaba completamente en otro plano de la existencia.

Para cuando el chico terminó con todos sus deberes, Faust sonrió de nuevo.

— El tiempo pasa muy rápido cuando tienes compañía. Ah, Diethel-kun ¿debes volver a casa pronto? —

Aquella sí que era una pregunta que debía evitarse a toda costa entre profesores y alumnos, pero Faust no le tomó la menor importancia a ese hecho.

— Si no es molestia, me gustaría que me ayudaras con un par de cosas. —

Y ese era el primer paso para su elaborado plan que ninguna mente realmente sana podría haber concebido. Pero eso sólo hacía sonreír a Faust un poco más.

Lyserg miró curioso a Faust-sensei cuando dijo esas palabras, que el tiempo pasaba más rápido cuando tenía compañía. Nunca le había encontrado mucho sentido a su profesor, pero en ese momento sonrió un poco al encontrarle la razón a lo que decía. Aunque su pregunta le pilló un poco por sorpresa. Se le quedó mirando algo extrañado pero luego sonrió ligeramente.

Lyserg siempre había sido una persona que se ofrecía a ayudar siempre que estuviese a su alcance hacerlo, por lo que asintió rápidamente cuando su profesor dijo que quería que le ayudase con un par de cosas. Aunque su mente no se imaginaba que tipo de cosas serían esas.

— Claro, sensei. ¿En qué desea que le ayude?

Su profesor no le contestó directamente pero si le dijo que tenía que acompañarlo a la sala de profesores así que Lyserg asintió.

— Sí, claro, vamos.

Sonriendo, todavía ignorante de lo que pasaría, Lyserg se puso en marcha con su profesor a la sala de profesores en donde todavía habían algunos profesores a quienes saludó con una inclinación respetuosa de cabeza.

"Acompáñame a la sala de profesores, por favor". Una petición simple, sencilla y aparentemente inocente. Pero como cualquier cosa que tenía que ver con Faust VIII, esa petición no era inocente.

El rubio sólo sonrió un poco más cuando su alumno aceptó y se puso en marcha junto con él. No había nada que Diethel-kun pudiera hacer por él realmente, pero algo pensaría cuando llegara. Papeleo, recados, revisiones de exámenes. Cualquier cosa que pudiera ayudarle a completar su objetivo del día.

Faust continuó canturreando una melodía inventada por él todo el camino de vuelta a la sala de profesores, sin hacer el menor esfuerzo por seguir conversando con el peliverde. Al menos hasta que llegaron a la puerta de la sala, la que Faust abrió, invitando a pasar a Diethel-kun justo después.

Los tres profesores de antes continuaban ahí, lo que hizo que Faust les dedicara una sonrisa. Todo estaba marchando perfectamente. Los tres alzaron la mirada y lucieron sorprendidos de que el profesor de Ciencias estuviera acompañado por el alumno más popular de todos en su generación y el resto de la escuela.

Faust se movió en ese instante y se adelantó para sentarse en su silla. Tenía algunos dulces en su escritorio y todavía algo de café en su vaso.

— Diethel-kun, lo has hecho muy bien en el salón de clases. Deja que te de algo para compensarte. —

Faust acercó un par de caramelos hacia su estudiante y se aseguró de que no pudiera negarselos, además de que le puso la mano en el hombro, haciendo un ademán quizá demasiado obvio sólo para estar seguro de que los otros profesores lo verían.

— Espero que nada cambie entre nosotros. Sé que tus notas continuarán siendo excelentes, así que sigue esforzándote como hasta ahora. Ah, sobre lo que acordamos, ¿me ayudarías a llenar estos formularios? Una vez que termines puedes irte a casa. —

El rubio le pasó un trío de hojas con cuestionarios sobre las aptitudes y preferencias en cuanto a estudios al peliverde y enseguida le sonrió con tranquilidad.

— Estoy pensando en pedir ser tu tutor personal, así podríamos pasar más tiempo juntos y hablar sobre tu futuro. —