I — Remember when...

we were young?

No habían pasado más de unos días desde que el asunto con Debrah se había solucionado, Nathaniel hacía oídos sordos a las palabras de Sucrette quien seguía preguntándole por qué no se habían arreglado con Castiel pese a que ahora todo se había aclarado. Nathaniel suspiró.

A su mente acudieron recuerdos antiguos del pasado, aquellos en los que alguna vez se llevó bien con Castiel antes de que él le diese la espalda por ella. Nunca podría perdonárselo. No tuvo mucho tiempo para pensar en ello porque Sucrette empezó a gritarle y Nathaniel se disculpó con una sonrisa nerviosa aunque ella no parecía muy convencida.

― Disculpa, estaba un poco distraído― repitió su disculpa mientras la chica se cruzaba de brazos.

― Pff, como sea. Te estaba preguntando que si Castiel ya vino a disculparse contigo.

Nathaniel soltó una risa irónica.

― ¡Ja! Es Castiel del que estás hablando, nunca va a admitir lo del asunto de Debrah. Además, aunque me pidiera perdón de rodillas no lo perdonaría.

― Pero, ¡¿por qué! Si sabes que la culpa la tuvo Debrah... ¡Hombre! Pero que rencoroso...

― Eso... es asunto mío. Además, ¡Castiel tiene la culpa!― Nathaniel se sonrojó un poco con lo primero, lo que la chica notó aunque no dijo nada y para despistar solo añadió lo último.

― No... solamente fue engañado, como todos aquí.

― ... Por favor, ¿podemos hablar de algo más?― Pidió, de verdad no quería hablar de ese tema.

― ¡No podemos! Nathaniel, ¿por qué le tienes tanto rencor a Castiel?

Con esa pregunta, Nathaniel no se pudo contener a gritar aunque calmó su voz un poco a medida hablaba.

― ¡¿Por qué?! Porque después de que le dije mil veces que todo había sido un mal entendido simplemente me golpeó― El solo recordar eso le hacía tener ganas de llorar, ¿dónde fueron todas las promesas?

― Nathaniel...

― ¿Sabes?... Yo solo quería que no saliera lastimado... pero ella giró la historia― Nathaniel suspiró cansado, y al mismo tiempo todavía dolido por el pasado, llevándose una mano a la frente en señal de agotamiento y luego vio la hora― Ok, Sucrette, será mejor que te vayas a tu castigo.

La chica se sorprendió al ver la hora y tomó sus cosas rápidamente, Nathaniel fue amablemente a abrir la puerta por ella pero se cruzó con alguien nada más hacerlo.

― ¡Ah!, Castiel...

Nathaniel. Sala de delegados. Tarde. W/Sucrette

we were young?

Castiel no podía darle paz a su propia alma. Todo había sucedido de un modo que simplemente no podía entender. La llegada de Debrah le había hecho recordar viejos tiempos, tiempos donde era un imbécil enamorado de una mujer que, él creía, era buena, perfecta. Incluso había cambiado su estilo de ropa, con la esperanza de que eso avivara esa vieja llama que él daba por extinta. Lo había hecho todo sin pensar.

Por eso, cuando Sucrette le dijo lo que sucedía, se negó a creer. Había echo a un lado a la persona más importante para él por Debrah y había rogado porque eso valiese la pena más de una noche. Había rogado por un futuro mejor, para él, de forma egoísta, pensando que eso era lo que tenía que pasar, que eso era lo más normal. Por eso no había querido creer. Pero se había equivocado.

Si tan sólo pudiera... hacer algo al respecto...

Castiel no se había dado cuenta de la hora gracias a su torturada alma y para cuando lo notó, ya todos se habían ido, incluyendo a Lysandro... ¿En qué momento le había perdido? Ah, no quedaba más que guardar sus cosas y volver a su casa, a seguir enfadado consigo mismo. Ése era el plan, era muy buen plan, pero cuando pasó por la sala de delegados, escuchó su propio nombre venir desde el otro lado de la puerta. Al principio no identificó bien la voz, pero no tardó en darse cuenta que eran Nathaniel y Sucrette y estaban... ¿hablando de él?

Sin que siquiera pensase en ello, Castiel se quedó parado frente a la puerta. Cuanto más escuchaba, más ganas tenía de interrumpir, pero cuando iba a tocar la puerta, Nathaniel dijo algo que le dolió todavía más en el alma. Había sido un idiota.

― Tch―

Tenía que hablar con él, aclararlo todo, al menos disculparse con él por las estupideces que había hecho, al menos intentar explicarle porqué había hecho lo que había hecho. Tenía que hacerlo. Así que nuevamente se armó de valor para tocar a la puerta, pero ésta se abrió y por ella salieron Nathaniel y Sucrette.

Castiel se quedó en blanco durante algunos segundos, pero enseguida, el rubio y la chica se encargaron de despertarlo. Tch, tan cortante como siempre, Nathaniel le cuestionó qué quería y Castiel ahogó un suspiro para responder con el tono más natural que podía utilizar en esos momentos.

― Nada... Solamente pasaba por acá y... quise hablar contigo.―

Castiel. Pasillo. Tarde. W/Nath... y Sucrette

we were young?

Nathaniel se permitió alzar una ceja cuando Castiel dijo que quiso “hablar con él”. Claro, ahora quería hablar con él. ¡Ahora que había quedado claro que era un imbécil! Que conveniente. Pero no pensaba hacerle caso.

— Lo siento pero ahora mismo…

Pensó que podría ocupar a Sucrette como excusa, pero Sucrette tenía otros planes, porque mientras él pensaba ignorar a Castiel ocupando a Sucrette como excusa la chica sonrió ampliamente y se les quedó mirando divertida antes de alzar las manos para hacerse notar.

— Bueno~ creo que es hora de que yo me vaya, ¡nos vemos pronto, chicos!

Nathaniel miró con terror como se iba.

— ¡Eh, espera!

Pero la chica no le hizo ni el menor caso y se largó corriendo, a lo que Nathaniel se abstuvo de suspirar pesadamente y se giró para mirar a Castiel.

— Como te decía, ahora mismo no tengo tiempo para hablar contigo. Lo siento mucho. Quizás podamos hablar en un mes, o dos, o nunca.

Le quedó mirando pensativo.

— Sí, mejor nunca.

Sonrió y se giró para entrar de vuelta a la oficina.

Nathaniel. Sala de delegados. Tarde. W/Sucrette