1. Welcome home, dear? eh?

welcome home, dear? eh?

Casa de Kiku | Arthur | Con Kiku

Hacía un buen clima ese día: cielo despejado, temperatura optima para salir de paseo, algunos pájaros se oían en los arboles aunque era imposible verlos. Si no fuera por eso, Inglaterra se habría negado a la petición de Francia sobre visitar a Japón y entregarle... A saber que cosas. El solo le había dado un paquete para Honda y había sido muy insistente con respecto a que debía ser el y solo el quien lo entregara, la recompensa vendría después.

Arthur vio su reloj de bolsillo, llegaba a tiempo como debía ser. Todavía suspirando y preguntándose a que venia todo ese teatro de otro rubio, toco el timbre.

Mientras esperaba, dio un vistazo al paquete que llevaba entre manos y se recordo a si mismo que espiar era de malos modales, por lo que alzo rápidamente la mirada cuando escucho la puerta abrirse.

welcome home, dear!!! ah?

En mi casa | Kiku | Con... ¿Arthur-san?

Francis-san le había dicho que tenía muchas ganas de probar la típica imagen de las esposas en Japón, esa escena tan típica en la que la esposa recibe a su marido y le ofrece comida, una ducha o ella misma. Aunque Kiku había pensado que quizás ofrecerse a sí mismo así fuese por juego a Francis-san podía traerle problemas... porque Francis-san siempre se tomaba muy enserio las cosas que le ofrecían.

Incluso con eso en mente, mientras esperaba que Francis-san llegase, se puso su mejor kimono y el delantal encima antes de sentarse a esperar a Francis-san. Cuando la puerta sonó, Kiku sonrió alegremente y se sonrojó un poco avergonzado por lo que estaba a punto de hacer pero de verdad tenía muchas ganas de hacerlo.

Abrió la puerta rápidamente y sin siquiera mirar quién era (según él solo podía ir Francis-san) juntó sus dos manos y sonrió alegremente.

— ¡Bienvenido a casa, cariño! Te ves cansado, ¿quieres tomar un baño? ¿quizás la comida? ¿O...?

Japón alzó la mirada justo cuando estaba a punto de ofrecerse como una opción y lo que vio no eran precisamente los cabellos dorados y ondulados de Francis-san.

— Ah... ah... ¡¿Arthur-san?!

¡Oh, demonios!

welcome home, dear? eh?

Casa de Kiku | Arthur | Con Kiku

Arthur se quedó en blanco. Simplemente eso. Iba a replicar algo pero no le salieron las palabras de la boca.

Así que Francis tenía eso en mente cuando le dijo que visitara a Kiku Honda. Entonces ¿exactamente qué tenía la bolsa que llevaba como encargo? ¿Y por qué había sido incluido él mismo en el plan malévolo de Francia? Su instinto detectivesco y novelesco salía a flote como de costumbre, aunque antes de que se dedicara a hacer todo ese interrogatorio sobre el pobre japonés, se aclaró un poco la garganta y habló con un tono de voz suave, que pretendía ignorar la escena que acababa de acontecer frente a él.

— Ahem, ¿puedo pasar? —

Y apenas obtuvo una primer respuesta, añadió con un tono un tanto más pícaro.

— Y si no te importa, ¿cuál es la última opción? —

Porque ese ¿o...? tenía que significar algo, Arthur estaba seguro de ello y no quería que Francis se quedara con esa opción.

welcome home, dear!!! ah?

En mi casa | Kiku | Con... ¿Arthur-san?

Kiku no podía creerse que Francia-san le haya jugado una broma así, porque estaba seguro de que todo era una planificación maligna de Francis-san y de verdad no quería pensar en ello. No entendía por qué había enviado nada más y nada menos que a Arthur-san… aunque…

Y ahí lo recordó.

Cuando estaban hablando de todo eso, recordaba perfectamente haberle comentado antes que sus sentimientos por Arthur-san eran diferentes a los que tenía por la mayoría de las personas. Y en realidad se lo había dicho porque no entendía sus propios sentimientos, le confundían y le complicaban en ese sentido. Y él le dijo que lo ayudaría a comprenderlos, a entender sus propios sentimientos.

¡¿Ese era su plan para ayudarlo a comprender sus sentimientos?!

Kiku se sintió engañado, aunque cuando Arthur-san preguntó su podía pasar asintió y se hizo a un lado.

— Sí, claro. Adelante, Arthur-san.

Aunque seguía nervioso, y su nerviosismo sólo aumentó cuando oyó la pregunta de Arthur-san. Sobre la última opción.

— E-eh… yo…

Demonios, ¿y ahora qué? No podía llegar y decirle “La última opción era yo”, ¡quizás qué pensaría de él si se lo decía!

— Eso no importa, Arthur-san. ¿Qué te trae por aquí?— cuestionó, esperando cambiar el tema.