I — Don't hide anything

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Puerto | Mediodía | A solas

Arthur Kirkland, uno de los más peligrosos y despiadados piratas de los 7 mares, era también uno de los más famosos tanto en Europa como en Oriente. Su fama alcanzaba las mas inhóspitas tierras, islas, posadas y bares y por supuesto, era lo bastante grande como para poner una buena suma por su cabeza y a un grupo militar tras él.

A Arthur aquello le divertia más de lo que podría aterrarle si tuviera algún apego por su vida. Pero ya que hacia años había perdido lo único por lo que deseaba vivir, corría muchos más riesgos de los que una persona cuerda correría.

Cada día gastaba tanto como robaba y mataba, se acostaba con cuanta mujer podía y rompía cada ley de la que se enteraba. Su pasatiempo preferido, solo después de hacer práctica de tiro con botellas de ron, era combatir con ese militar, Honda. Nunca había logrado derrotarlo pero tampoco había sido derrotado. Kirkland decia que el día que consiguiera derrotar a Honda, le cortaría la cabeza y la pondría de adorno en la proa de su barco para atemorizar a los militares. Y sabia que si Honda lo derrotaba, el que terminaría fusilado o ahorcado seria él. Todo era un simple arreglo político entre ambos, nada mas que eso.

Pero era esa certeza la que le llevaba a retarle una y otra vez, atacando tanto como podía las costas japonesas solo para obligarle a perseguirlo.

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Puerto | Mediodía | Con el pirata

Desde que había perdido a su hermano las cosas eran realmente difíciles para Kiku, porque había sobrevivido solo en un mundo hostil que le juzgaba por cada paso que daba. Era algo molesto, insportable, pero incluso así tenía que aceptarlo y superarlo. Era su deber, lo que debía hacer para olvidarse por unos momentos del dolor que le causaba que su hermano hubiese desaparecido y probablemente hubiese sido asesinado.

Las personas eran seres despiadados.

Se había entrenado cada día, buscando una oportunidad de demostrar lo que valía, hasta que su oportunidad llegó. Arthur Kirkland. El pirata que lo desafiaba todos los días, que lo desafiaba como si no tuviese nada mejor que hacer. Y él aceptaba cada desafío, lo perseguía y lo buscaba, siempre.

Porque, si alguien iba a capturar a Arthur Kirkland, ese sería Kiku Honda.

En la guardia de ese día Kiku llegó al puerto y poco demoró en notar la figura de aquel que siempre perseguía y tomando su espada fue a enfrentarlo.

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Puerto | Mediodía | A solas

Arthur Kirkland estaba contemplando con gran tranquilidad el mar japonés desde el puerto cuando escuchó algunos pasos acercarse a él. De inmediato llevó su mano hacia su confiable pistola aunque no desenfundó de inmediato. En cambio se giró con total parsimonia al distinguir ese andar tan singular que sólo podía pertenecer a una persona.

— ¡Ah, Capitán Kiku Honda! —

Una sonrisa torcida apareció en sus labios mientras hacia una burlesca reverencia, quitándose el sombrero e inclinándose como si de una gran celebridad se tratase.

— Puntual como siempre, debo decir. Así que ¿qué le parece el clima hoy? —

El pirata se levantó y puso el sombrero, echando un vistazo al mar antes de dar una mirada sádica a su rival eterno.

— Yo opino que es un excelente día para ser asesinado por mí, ¿no le parece? —

Arthur Kirkland desenfundó al fin sus pistolas y disparó sin previo aviso contra el capitán de la milicia japonesa. No había tiempo para arrepentimientos de cualquier manera. Con ellos siempre era matar o morir.

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Puerto | Mediodía | Con el pirata

Kiku daría todo por borrarle esa estúpida sonrisa de los labios a ese pirata de pacotilla, pero como claramente no tiene oportunidad en el combate cuerpo a cuerpo solo se limita a fulminarle con la mirada cuando le hace esa reverencia que es básicamente su muestra de burla. Ese bastardo.

No bajó la guardia en ningún momento, y eso fue lo que para empezar le permitió esquivar los disparos que fueron en su dirección al tiempo que desenfundaba su espada y le apuntaba con ella.

— Mas bien diría que es lo contrario, Capitán Kirkland.

Contradijo tranquilamente, y en menos de un segundo se lanzó para clavarle la espada en el estomago aunque conocía a su rival y por eso mismo con su otra mano intentó quitarle una de sus pistolas para que quedasen un arma a un arma.

— Es el día perfecto para que usted muera y se haga uno con el mar. Echaré su cuerpo aquí mismo, en este puerto quedará— prometió.

Y se lanzó a atacarle de nuevo, aunque ese día contrario a lo que estaba diciendo tenía otros planes.

Captura y tortura, Capitán Honda, eso queremos para ese pirata.