1 — I can't believe this

i can't believe this

Kiku | en "casa" | noche | Con Allen...

Kiku todavía no podía creerse lo que había ocurrido, y es que no se explicaba como para comenzar no habían anulado el matrimonio si el Sí que el dio no fue para su actual esposo sino para quien fuese su prometido. Pero claro, él no había notado que la firma de Alfred y la de Allen eran iguales, simplemente con un pequeño detalle que las diferenciaba y quien firmó el acta de matrimonio y puso su nombre fue Allen. Solo que él no lo notó a tiempo.

Así que ahí estaba él, oficialmente Kiku Jones, esperando en la casa que Alfred y él habían comprado para irse a vivir juntos y que ahora tenía la obligación de ocupar con su esposo. Porque todo lo suyo era de él y lo de él suyo. Kiku no dejaba de culparse por su propia estupidez, por no haber visto la situación en el momento, por no haberlo notado antes de que todo se derrumbase frente a sus ojos. El futuro perfecto que tanto había formado con Alfred se había reemplazado por el futuro incierto que le deparaba la vida al lado de Allen Jones.

Kiku observó los platos que estaban en el comedor, apretándose las manos cada vez que escuchaba un pequeño ruido en la casa, porque no podía evitar alterarse cuando analizaba que nuevamente Allen llegaría a esa casa y tendría que actuar como su esposo. Aunque todavía no habían consumado su matrimonio, porque sencillamente Kiku no podía.

No podía traicionar a Alfred.
No así.
No de nuevo.

Kiku suspiró y comenzó a ordenar los platos para tenerlos listos en cuanto su esposo arribase a la casa, aunque no quisiera... no era algo que podía evitar. El tener que actuar así. Después de todo, siempre había tenido ese complejo de ama de casa.

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Allen | en casa | noche | Con Kiku

Todo ese día había resultado perfecto.

Allen habría esperado que alguien se diese cuenta antes y por supuesto, lo habría golpeado. O tal vez se habría indignado y habría puesto una cara de preocupación espantosamente adorable para mantener la farsa. Quizá se habría echado a llorar. Lo que fuese para convencer a Kiku de que todo era una sucia mentira para evitar su matrimonio con la persona perfecta para él.

Por supuesto que no se sentía culpable. Al contrario, estaba más feliz que nunca. Todo había sido perfecto. Y ahora no quedaba más que terminar de mudarse a la casa donde viviría el resto de su vida con la persona que amaba. Si es que a esa obsesión suya podía llamarsele amor. Destruir a la persona que más amaba quitándole lo más preciado. Si para hacer sufrir a Alfred como jamás en la vida había sufrido tenía que acostarse con Kiku... ¡pues que va! Kiku era atractivo. Kiku era perfecto. No sería un sacrificio casarse con él, sería la cereza del pastel.

Allen tomó su maleta y dio las instrucciones a los de la mudanza para que llevaran sus herramientas, el resto de su ropa, y todas sus cosas a la nueva casa. Kiku no lo sabía, pero Allen tenía llave de esa casa incluso desde que Alfred y él la compraron. Conseguirla no había sido difícil.

Ahora, frente a la puerta, Allen suspiró. Cerró los ojos y se permitió saborear los segundos antes de abrirla y ser recibido por Kiku con un saludo gentil y sumiso. Allen se imaginó cada detalle y disfrutó de la escena incluso sin que esta hubiese sucedido aún. Luego miró la puerta y metió la llave en la cerradura. La giró con calma, asegurándose de que Kiku fuese capaz de oir el sonido del mecanismo donde quiera que estuviera y entonces empujó con tranquilidad.

― Cariño~ Estoy en casa~ ― Canturreó contando mentalmente los segundos hasta que Kiku respondiera.

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Kiku | en "casa" | noche | Con Allen...

Kiku temía el momento en el que Allen llegase a esa casa, porque no quería enfrentarlo, no quería tener que verlo y sentir que todo su mundo se derrumbaría en cualquier momento. Porque, obviamente, pasaría. Estaba al borde del abismo.

Kiku miró la comida y pasó saliva, sintiendo el terror embargarle en el momento en el que escuchó la puerta y la voz de su esposo. Que horrible seguía sonando esa palabra... Basta, no tenía que seguir autoculpándose de la situación.

Aunque claramente era todo su culpa.

― ¡O-okaeri nasai!― gritó de la cocina, aguantando el temblor de su cuerpo y respiró profundamente antes de salir y llegar con Allen― ¿Cómo estuvo tu día?

Murmuró, forzado y esbozando la sonrisa más falsa que alguna vez hubiese adornado el rostro de Kiku Honda ahora apellidado Jones.