1 — ¡Vamos al mundo humano!

Izanami estaba aburrida, y muy aburrida. La vida en su hogar se hacía lentamente más aburrida que nunca, sus hijos causaban problemas y sin embargo ella los controlaba con un poco de ayuda. Empezaba a cansarse de esa vida, y por eso fue que en la mente de Izanami se apareció la brillante idea de que debían tener una nueva aventura.

Ir al mundo humano.

Sin duda alguna era una diosa muy inteligente, y por eso fue que después de convocar a todos sus hijos a su esposo les miró con alegría. Una alegría que ―varios de sus hijos sabían― no podía llevar a nadie a algo bueno.

― He decidido que tenemos que tener una aventura.

Todos sus hijos callaron, casi temiendo (¿casi?) lo que vendría  a continuación.

― Quiero que vayamos al mundo humano.

Estaba más que claro que no esperaba que nadie se negase, si alguno llegase a hacerlo...

Izanagi era un dios antiguo. Muy antiguo. Ya estaba viejo para soportar las travesuras de sus hijos y solamente la paz de su hogar le permitia descansar. El mundo que fue creado por él y por su esposa no los necesitaba ya, y ni siquiera estaba seguro de que más allá de ser creado, alguna vez les hubiesen necesitado.

Pero aparentemente su esposa no disfrutaba de la paz y tranquilidad como él. ¿Que mas podía querer? Aparentemente... Una aventura.

Si Izanagi no fuese ya demasiado viejo, se habría tomado la molestia de ofenderse. Pero había aprendido varias cosas con los años. Fue el primero que se levanto y hablo, siempre con calma.

― Izanami.

Espero a que todas las miradas se centrasen en el y continuo.

― Mi amada esposa. Tu sabes que yo te seguiria al infierno mismo. Pero ¿que sabemos sobre el mundo actualmente? ¿Quien va a guiarnos para que entendamos a los humanos y sus costumbres? Hace mucho tiempo que ellos dejaron de rezarnos. ¿Que sucederá si no eres feliz ahi?

Esa era su mayor preocupación. Y para sus hijos, era la oportunidad de evitarse problemas innecesarios por los caprichos de su madre. Sin embargo, ninguno dijo palabra alguna, no todavía.

Izanami miró a su esposo en cuanto habló, escuchando cada una de sus palabras con esa sonrisa que solo era capaz de dedicarle a él y a sus hijos, una sonrisa llena de amor por supuesto. Parpadeó con un poco de confusión, porque la última pregunta la pilló por sorpresa. Claro, ¿qué haría si no era feliz ahí? Pero eso no sería posible porque…

― Mi amor, no hay forma alguna en la que yo no sea feliz si te tengo a ti y a nuestros hijos a mi lado.

Por supuesto, siempre había sido así. Ella sería feliz siempre que su amado Izanagi estuviese a su lado y tuviese a sus hijos cerca, ella era después de todo y sobre cualquier cosa una diosa madre. No sería nada sin sus hijos, sin sus bebés.

― No necesitamos un guía, aprenderemos. Es un aventura, mi amor, quiero que la vivamos todos juntos como la familia que somos.

Izanami se acercó a su esposo, acariciando su mejilla y mirándole con amor y devoción.

― ¿Irás conmigo, mi amor? Mi existencia estaría incompleta sin ti a mi lado.

Mientras su madre hablaba, algunos de sus hijos empezaron a intercambiar miradas. Sabían que, si su padre aceptaba (y seguramente aunque no lo hiciese) tendrían que ir al mundo humano, a mezclarse con... con ellos. Había quienes podrían pasarlo por alto, no sería tan grave, pero otros... era un caso totalmente aparte.

Izanagi escuchó la respuesta de su esposa y le sonrió con una ternura que sólo hacía que su rostro se viese aún más acabado y viejo. Si antes se hubiese ofendido porque su esposa quería una aventura, en ese momento se habría arrepentido por pensar de esa manera. Afortunadamente y como era un dios sabio, no había pensado de esa manera, así que ahora sólo podía regocijarse con la felicidad y el amor con que Izanami le hablaba.

Asintió lentamente cuando su esposa le dijo que no necesitarían un guía y que quería que vivieran esa aventura como familia, y besó sus mejillas cuando ella dijo que su existencia estaría incompleta si él. La verdad es que Izanagi se sentía de la misma forma. Desde un principio, él había decidido que estaría con Izanami fuese a donde fuese, y ya que su única preocupación, la felicidad de su esposa, parecía no tener fundamento, asintió una vez más para contestar a su pregunta él iría.

Pero Susanoo no pensaba del mismo modo. El dios de las batallas chasqueó la lengua para mostrar su desagrado ante la idea de sus padres y se marchó sin decir nada más.

Izanagi suspiró apesadumbrado y negó con la cabeza. Ese muchacho no entendía lo que era el amor y la felicidad, mientras que su padre no entendía lo que le pasaba por la mente.

― Izanami, mi amada esposa, yo me encargaré de él. Tú comienza los preparativos para esta aventura que tanto deseas. Cuanto más antes, mejor, ¿no es así?

Izanami sonrió dulcemente a su esposo cuando besó sus mejillas, se sentía tan feliz en ese momento que era inevitable que todo en su actuar demostrase la felicidad que le daba saber que su esposo la acompañaría en su aventura. No era mentira que su vida estaría incompleta sin él, y por eso mismo es que en realidad estaba que quisiera irse con ella.

Y al ver que así era, solo pudo ser feliz.

Aunque una parte de su corazón se rompió cuando vio que su hijo se largaba, mientras varios de sus otros hijos la quedaban mirando con preocupación pero Izanami miró a su esposo y sonrió dulcemente. Confiaba en su esposo y esperaba que pudiese solucionar el problema de su hijo. Asintió y besó suavemente a su esposo en los labios.

— Está bien, mi amor. Yo prepararé todo para que podamos marchar no en mucho más, solo esperemos que nuestro hijo comprenda que nuestra aventura es como una familia…

Suspirando suavemente, Izanami besó la mejilla de su esposo antes de voltearse hasta sus hijos y pedirle ayuda a algunos para que la ayudasen con los preparativos de la salida, mientras otros iban a buscar otras cosas que necesitarían. Si todos trabajaban, al menos los que ahí se encontraban, saldrían para cuando anocheciese en la tierra.